Por Silvia Mª Pancirolli
Estamos llegando al final del mes de Mayo, mes dedicado especialmente a honrar a la Santísima Virgen María. Si deseamos alcanzar la santidad, vocación a la que todos estamos llamados, no podemos desaprovechar cada año este mes para crecer en amor y devoción a nuestra Madre, Reina y Auxilio de los cristianos. ¿Cómo podemos hacerlo?
En primer lugar meditando diariamente en lo que significa la presencia de María en nuestra vida. Dios nos la ha querido dar como Madre porque sabe que necesitamos de ese corazón maternal. Un corazón siempre dispuesto a recibirnos a pesar de nuestros pecados. Ella es verdaderamente la “razón de nuestra esperanza” como dice san Bernardo. Es la que acude prontamente en nuestras necesidades para alentarnos, consolarnos, fortalecernos, animarnos y levantarnos de nuestras caídas. Recordemos las palabras que dirigió Ntra Sra de Guadalupe a san Juan Diego: ”¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?” ¿Qué podemos temer si Ella está a nuestro lado? Aunque pasemos por pruebas duras, momentos de tristeza y dolor, con Ella podemos vivirlo de una manera diferente, ya que nos ayudará a tener fortaleza como la tuvo Ella ante la cruz.“Si se levantan vientos de tentaciones, si tropiezas con tribulaciones mira la Estrella, invoca a María” (San Bernardo). Aún en las tormentas más recias su auxilio nos sostendrá.
María es Madre, Maestra, amiga y ejemplo. Ejemplo de la vivencia de todas las virtudes, ejemplo de silencio y escucha de la palabra de Dios. Ejemplo de sierva del Señor, siempre dispuesta a hacer en todo su voluntad. “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra”(Lc 1,26-38 ) Su vida sencilla de servicio y oración nos anima a imitarla para que en nuestra vida también se cumpla la voluntad de Dios.
En segundo lugar acrecentando nuestra devoción a la Virgen mediante oraciones y muestras de amor. Ofrecerle cada día las cincuenta rosas que componen el santo Rosario, arma poderosa que nos une a Dios «Rosario bendito de María, cadena dulce que nos une a Dios» (Beato Bartolomé Longo, apóstol del Rosario) ¡Cuántas gracias nos llegan para nosotros y los demás a través del rezo cotidiano de esta oración mariana! Rezado en casa, en la capilla, caminando, mientras vamos en el autobús, etc…Podemos ir derramando gracias por donde pasemos ya que vamos acompañados de la santísima Virgen.
Una hermosa costumbre que San Juan Bosco enseñaba a sus jóvenes era la devoción de las tres avemarías antes de dormir con la jaculatoria: “Madre querida, Virgen María, haced que yo salve el alma mía”. Y así, nos vamos al descanso en su brazos y encomendándole nuestras almas.
Podemos sumar el rezo del ángelus, el Acordaos de san Bernardo, el Bendita sea tu pureza, la Salve y familiarizarnos con alguna jaculatoria que nos ayude a reavivar el amor y la confianza.
También podemos llevar alguna medalla, el escapulario, poner en nuestros hogares un cuadro de la advocación mariana que más nos guste que nos recuerde la presencia de nuestra querida madre.
Si se nos ha pasado el mes sin hacer alguna de estas prácticas aún estamos a tiempo de hacer algún propósito, que si lo vivimos, será de gran para provecho para nuestras almas. No olvidemos que quien se acerca a María, se acerca a Jesús. Decía San Luis María Grignon de Montfort: “A quien Dios quiere hacer muy santo, lo hace muy devoto de la Virgen María”. Que nos ayude también recordar el lema del pontificado de nuestro querido San Juan Pablo II dedicado a la Santísima Virgen María: “Totus Tuus” (Todo tuyo). Seamos todo de María para ser totalmente de Jesús.
1 comentario. Dejar nuevo
Ella es verdaderamente la “razón de nuestra esperanza” como dice san Bernardo.