“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…”, y desde ese momento, en el día de nuestro bautismo, nuestra alma se convierte en templo de la inhabitación Trinitaria.
Tenemos la capacidad de relacionarnos con las tres Personas divinas. Más aún, tenemos el impulso y hasta la necesidad. Para eso hemos sido creados.
En Servi Trinitatis, estamos llamados a ser plenamente conscientes de este gran misterio del que somos portadores por su gracia. Y por ello, dirigimos nuestra mirada a María, como modelo de sierva de la Trinidad.
Nadie como Ella acogió este misterio del Dios Uno y Trino, que la invadió por completo, siendo así Hija de Dios Padre, Madre de Dios Hijo y esposa de Dios Espíritu Santo, convirtiéndose en verdadero templo y sagrario de la Santísima Trinidad.
«Redimida de un modo eminente en atención a los futuros méritos de su Hijo, y a Él unida con estrecho e indisoluble vínculo, está enriquecida con esta suma prerrogativa y dignidad: ser la Madre de Dios Hijo y, por tanto, la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu Santo» (LG 53).
“Sin María, la entrada de Dios en la historia no llegaría a su meta, por cuanto no alcanzaría la declaración del Credo: que Dios no es únicamente un Dios en sí y para sí mismo, sino un Dios para nosotros”, (cardenal Ratzinger en su libro “La Eucaristía, centro de la vida”).
A imitación de María, los miembros de Servi Trinitatis, queremos encarnar al Hijo en nuestra vida, para que entre en nuestra historia, en nuestro día a día, para llevar la comunión de las Tres Divina Personas en nuestra vida, en obediencia al Padre y bajo la acción del Espíritu Santo.
A María invocamos para que nos enseñe a ser también como ella templos de la Trinidad Santísima para que podamos experimentar en nuestras vidas la influencia divina que brota del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.