Por Dayana Pineda
Cada uno es llamado a hacer algo en su vida. Si una persona decide ponerse al servicio de una causa más importante que sus solas preferencias personales, se dice que responde a una vocación.
Pero… ¿que es la vocación?
Es la llamada básica de nuestra vida cristiana; vocación es santidad. La vocación primera del cristiano es a ser santo. Toda la vida cristiana se resume en eso, tanto el casado, el soltero o el consagrado, todos están llamados en su estilo de vida propio a la santidad.
La santidad es una gracia que debemos hacer fructificar y engrandecer a lo largo de nuestra vida, con la fe y la caridad. Toda llamada, a la vocación que sea, tiene como origen Dios y como fin la realización de la persona dentro de los marcos en los cuales se puede realizar mejor su afán de ser feliz y hacer felices a los demás.
Dios da a cada uno su propia vocación para contribuir a mejorar la sociedad en la que vive. Y su respuesta y exigencia consiste en dejarla mejor de lo que se la encontró cuando empezó sus pasos por ella. Es como la parábola de los talentos (Mt, 25-30)
La vocación, pues, entraña una responsabilidad en el puesto que te toque ocupar en la sociedad y en la Iglesia.
El Papa Francisco recordó que “nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina” y por eso es necesario un proceso de discernimiento que ayude a descubrirla.
Francisco afirmó que “la llamada del Señor no es tan evidente como todo aquello que podemos oír, ver o tocar en nuestra experiencia cotidiana”. Destacó que “Dios viene de modo silencioso y discreto, sin imponerse a nuestra libertad. Así puede ocurrir que su voz quede silenciada por las numerosas preocupaciones y tensiones que llenan nuestra mente y nuestro corazón”.
Por ello, es necesario “prepararse para escuchar con profundidad su Palabra y la vida, prestar atención a los detalles de nuestra vida diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu”.
El Pontífice explicó que para poder escuchar esa llamada del Señor hay que abrirse, salir de uno mismo. “Si permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y en la apatía de quien desperdicia su vida en el círculo restringido del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros”.
Citas tomadas del Mensaje de la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 2017, del Papa Francisco.