Con motivo del primer aniversario de la Beatificación de Armida Barelli, cofundadora junto con Agostino Gemelli OFM del Instituto Secular de la Realeza de Cristo, el Santo Padre Francisco habló una vez más de la originalidad de la secularidad consagrada.
Fue el pasado 22 de abril en la Plaza de San Pedro, donde pronunció las siguientes palabras:
DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES A LA PEREGRINACIÓN EN ACCIÓN DE GRACIAS POR LA BEATIFICACIÓN DE ARMIDA BARELLI
Plaza de San Pedro
Sábado, 22 de abril de 2023
Queridos hermanas y hermanos, ¡buenos días!
Me alegro que hayáis venido en tan gran número a dar gracias al Señor por la Beatificación de Armida Barelli, que tuvo lugar hace un año en Milán. Agradezco a la responsable joven de la Acción Católica que se ha hecho “portavoz” de todos, esto es, de las tres realidades que han promovido la causa de beatificación: la Universidad Católica del Sagrado Corazón, la Acción Católica Italiana y las Misioneras de la Realeza de Cristo.
Me dirijo en primer lugar a vosotros, de la Universidad Católica. Armida Barelli ha sido una de los fundadores y de esto deriva un primer rasgo de su figura: ha sido una mujer generativa. Reflexionemos un momento sobre este aspecto.
La mujer es custodia privilegiada de la generatividad -lo sabemos- que se puede realizar gracias al diálogo de reciprocidad con el hombre. Barelli ha sido tejedora de grandes obras y lo ha hecho realizando una trama formidable de relaciones viajando a lo largo y ancho de Italia y manteniéndose en contacto con todos. Lo documentan sus numerosas y apasionadas cartas. Hoy no faltan, por desgracia, empujes de signo contrario, es decir, degenerativos. Son muy dañinos para la vida familiar, pero se pueden observar también a nivel social, en la polarización y en los extremismos que no dejan espacio al diálogo y tiene un efecto deshumanizante. No dejar espacio al diálogo: pensemos un poco en esto.
También respecto al tema del liderazgo femenino en el ámbito eclesial y social -del que Barelli puede ser considerada formidable anticipadora- tenemos necesidad de un modelo integrado, que combine la competencia y el desempeño, a menudo asociados al papel masculino, con el cuidado de los vínculos, la escucha, la capacidad de mediar, de establecer redes y de hacer crecer las relaciones, a menudo consideradas del género femenino y con frecuencia subestimadas en su valor productivo.
En definitiva, también en este caso es la integración, la reciprocidad de las diferencias lo que garantiza generatividad también en el campo social y laboral. Es esta una tarea confiada en modo particular a la Universidad Católica del Sagrado Corazón del que mañana se celebra la 99ª Jornada Nacional sobre con el lema: “Por amor al saber. Los desafíos de nuevo humanismo”. Esta gran institución académica está llamada a tener hoy el mismo impulso educativo y la misma iniciativa formativa que han guiado al Padre Agostino Gemelli y a la Beata Armida Barelli.
En particular Armida Barelli, a traves del Ateneo, ha contribuido a formar la conciencia civil en cientos de miles de jóvenes, entre ellos muchas mujeres. Una obra que se convertirá particularmente visible en el momento en el que, terminada la guerra, se tratará de reconstruir el país iniciando un proceso democrático. Todavía hoy tenemos necesidad de mujeres que, guiadas por la fe, sean capaces de dejar su huella en la vida espiritual, en la educación y en la formación profesional.
Gracias, amigos de la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Que la Beata Armida Barelli continúe inspirando vuestro trabajo.
Me dirijo ahora a vosotros, hermanos y hermanas de la Acción Católica, y quisiera evidenciar un segundo rasgo de la Beata: el primer rasgo era la generatividad, el segundo rasgo de la Beata es ser apóstol. Es diferente, es una cosa diferente. Uno puede generar cosas, pero no ser apóstol; la Beata generaba y era apóstol.
Sabemos que el Reino de Dios germina, crece y fructifica continuamente en todos lados: la vida de Armida Barelli expresa esta dinámica y nos permite contemplar como el Señor hace cosas grandes cuando las personas están disponibles y son dóciles a su voluntad, empeñándose con humildad, creatividad e iniciativa. Su biografía narra una gran perseverancia en la búsqueda de permanecer con el Señor, como un sarmiento en la vida, y muestra su deseo de compartir esta experiencia con tantos otros. Permanecer en el Señor como un sarmiento en la vid.
Armida escribe que, después de haber escuchado la propuesta del Papa de fundar la Juventud Femenina en Italia, siente “no pertenecerse más”, el deber de hacer de su propia existencia un don para los otros, de ser ella misma “una misión”, más allá de sus límites y de sus imperfecciones. En efecto, “nuestra imperfección no debe ser una excusa, al contrario, la misión es un estímulo constante para no conformarse con la mediocridad y para continuar creciendo”. (Exhort. Ap. Evangeli gaudium, 121). Resuena así todavía hoy la invitación de la Beata a no contentarse con vivir de un modo acomodado, instalándose entre compromisos y auto-absoluciones – “no soy capaz”, “no estoy a la altura”, “no tengo tiempo” etc.- sino a vivir más bien como apóstoles de la y en la alegría.
Ser apóstoles quiere decir ser laicos y laicas con pasión, apasionados del Evangelio y de la vida, cuidando de una buena vida para todos y construyendo caminos de fraternidad para dar vida a una sociedad más justa, más inclusiva, más solidaria. Es importante hacer esto juntos, en la belleza de una experiencia asociativa que, de un lado, forma para saber escuchar y dialogar con todos y, por otro lado, expresa que el “nosotros más grande” que educa a la vida eclesial, vida de un pueblo que camino unido.
En los ámbitos de la economía, de la cultura, de la política, de la escuela como del trabajo, en la constante atención a los más pequeños, a los frágiles y a los pobres, os animo a buscar sendas para caminar con todos, persiguiendo la paz y la justicia. Esto es lo que la Beata Armida Barelli hizo en su tiempo con un espíritu de total confianza en el Señor y con un estilo marcado por la concreción.
En el corazón de la vida asociativa debe estar siempre una formación integral, y en el corazón de la formación la espiritualidad evangélica. Que estar arraigados y dedicados a la vida de vuestra Iglesia local alimente siempre en vosotros el estímulo misionero, para ensanchar aun más vuestro corazón y vuestra mirada contemplativa sobre el mundo. Acojamos la exhortación de la Beata Armida, la “hermana mayor”, a amar, amar, amar; amar sin medida, regenerados por el amor de Dios, que transforma la vida de las personas, en modo concreto y creíble, y a través de las personas activa procesos y caminos de renovación social. ¡Gracias a vosotros, miembros de la Acción Católica!
Y ahora me dirijo a las Misioneras del Reino de Cristo, y así podemos resaltar en Armida su ser consagrada en el mundo.
La consagración secular es una vocación, y una vocación exigente. La aprobación de los Institutos Seculares por parte de Pío XII con la Provida Mater Ecclesia ha sido una opción revolucionaria en la Iglesia, y un signo profético. Y desde entonces es tanto más grande el bien que vosotros hacéis a la Iglesia, dando ánimo con vuestro testimonio en el mundo.
La consagración secular es paradigma de un nuevo modo de vivir como laicos en el mundo: laicos capaces de ver las semillas del Verbo dentro de los pliegues de la historia, comprometidos a animarla desde dentro como levadura, capaces de potencia las semillas de bien presentes en las realidades terrena como preludio del Reino que viene, promotores de los valores humanos, tejedores de relaciones, testimonios silenciosos y eficaces de la radicalidad evangélica. Decía San Pablo VI: «Si permanecéis fieles a vuestra vocación, los Institutos Seculares se convertirán así en el “laboratorios experimentales” en el que la Iglesia verifica las modalidades concretas de sus relaciones con el mundo».[1]
El vuestro, queridas hermanas, es un Instituto secular femenino, y esto pone en cuestión a las mujeres y su peculiar vocación en la Iglesia y en el mundo. La Beata Armida, con esta forma de vida, las promovió en un modo nuevo, bajo el ejemplo de tantas mujeres testigos del Evangelio a lo largo de los siglos. El modelo que propuso también en la vida consagrada es una imagen nueva de mujer, no para ser “tutelada” y apartada, sino para ser enviadas a construir el Reino, confiando en ella.
Armida fue capaz de leer los signos de los tiempos y las necesidades más urgentes: pensamos en la necesidad de un renovado cuidado de la espiritualidad; pensemos en la formación y en la llamada al compromiso con las mujeres jóvenes; pensemos en el reto educativo y el sueño de una universidad católica en Italia; pensemos en la pasión por el mundo, a partir de la certeza de la universalidad del mensaje de Cristo. Estas necesidades fueron para Armida Barelli campos de compromiso y misión.
Así ella anticipó los tiempos del Concilio Vaticano II, poniendo en práctica un estilo comunitario en el que hombre y mujeres, jóvenes y adultos, laicos y sacerdotes, colaborando juntos para el fin apostólico de la Iglesia, todos juntos como protagonistas de la misma misión en virtud del Bautismo. A menudo nos cuesta emprender una camino de compromiso, porque pensamos no estar a la altura, en las opciones personales y en las del servicio a la comunidad. Si Armida estuviera aquí para hablar hoy, aun nos diría que si nos confiamos al Señor nada es imposible. Confiarse a Él no es una delegación, es un acto de fe que da vigor y lanza a la esperanza y a la acción. ¡Así que gracias también a vosotras, Misioneros del Realeza de Cristo!
Queridos hermanos y hermanas, la Beata Armida nos ha reunido y nos ha ayudado a reconocer estos rasgos esenciales del ser cristianos hoy: la generatividad, el ser apóstoles y la consagración en el mundo. Generatividad, apostolado y consagración en el mundo. Cada uno puede escoger su ejemplo según su propia vocación: es una riqueza para todos nosotros, para toda la Iglesia. Por esto os agradezco tanto este encuentro. Os bendigo a todos y os pido que no os olvidéis de rezar por mi. Gracias.
[1] Discorso al Consiglio Esecutivo della Conferenza Mondiale degli Istituti Secolari (in francese, 25 agosto 1976).
Traducción no oficial. Ana Cristina Ocaña