El 14 de febrero es conocido como el día de los enamorados. Se hace en recuerdo de San Valentín que – aunque no hay muchos datos de su vida – fue un sacerdote romano que arriesgaba su vida para casar cristianamente a las parejas durante el tiempo de persecución, en el siglo III. Por fin entregó su vida en el martirio, que es la máxima manifestación del amor.
Todo ser humano, creado a imagen de Dios Amor, siente en su corazón la vocación al amor, a enamorarse. Hoy, que nos alegramos por todos los que viven la preciosa aventura del amor humano en el noviazgo y el matrimonio, ¿por qué no recordar también el amor esponsal de quienes, enamorados de Jesucristo y de su Iglesia, entregan su corazón a Dios en la virginidad por el Reino de los Cielos?
14 de febrero, San Valentín. Día de los enamorados… de los que unen sus vidas en un proyecto de amor bendecido por Dios.
Y también de los que entregan su vida totalmente a Dios sólo por amor.
La vida consagrada es una vocación al amor, a vivir muy enamorado de Jesucristo y de su Iglesia.
La virginidad por el Reino de los cielos es una comunión de corazón a Corazón, entrega esponsal y fecunda:
– en la vida contemplativa. Amor exclusivo a Dios en la oración y en el silencio,
– en la vida religiosa activa. Amando a Dios entre los más necesitados,
– en la secularidad consagrada. Amando a Dios en las realidades del mundo.
Consagrados a Dios, enamorados de Él, para estar a tiempo pleno sirviendo a los hermanos.
«Mirándolo lo amó… Vende todo lo que tienes, ven y sígueme»
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